El Donbass teme un alto el fuego sin garantías de que Rusia no pretenda conquistarlo

Guerra en Europa

Visita a Kramatorsk, la ciudad principal de la región ucraniana que Moscú reclama como suya

People walk past stall of street vendors in Kramatorsk, Donetsk region, on February 23, 2025, amid the Russian invasion of Ukraine. (Photo by Genya SAVILOV / AFP)

Un mercadillo callejero dominical en Kramatorsk, actual centro político y militar de la región del Donbass

GENYA SAVILOV / AFP

María ha montado su mesa frente a las tiendas del mercado de Kramatorsk, como todos los fines de semana. No importa si es verano, invierno o suenan las alarmas como esta mañana de marzo. De una de las dos bolsas en las que carga sus cosas desempaqueta media docena de frascos con conservas, varias piezas de tocino y un paquete con nueces.  De la otra, una vieja pesa. “Hago esto para complementar mi pensión”, dice, y sonríe; no deja de hacerlo mientras abre un termo con café y lo sirve en una taza de plástico. El suelo está cubierto de nieve.

Alrededor hay decenas de mujeres y hombres que han levantado puestos como el suyo. Cuenta que tiene 93 años, que rondaba los 14 cuando la Segunda Guerra Mundial y que, por más difícil que haya sido aquel conflicto bélico, nunca fue tan duro como este. “Lo peor es que mueren muchos jóvenes, eso es lo más doloroso”, dice María, que recuerda que en aquel momento la gente iba a la guerra, como ahora, pero no destruían las ciudades hasta los cimientos.

“Pueden volver en 10 o 20 años… Nunca puedes estar segura de que la vida será estable y normal”

“Era diferente. Ahora todo es rápido. Matan ancianos, lo muestran en la televisión; incendian casas”. Y continúa: “¡Claro que tengo miedo! Cada noche cuando me acuesto digo: ‘¡Señor, bendícenos!’, y por la mañana digo: ‘¡Señor, bendícenos, sálvanos de que no nos maten, que no nos quiten el techo’”, cuenta. Dice que sueña con la paz y que sus hijos puedan regresar a Kramatorsk, convertida actualmente en el centro político y militar de la región. Reemplazó a Donetsk, la capital de la provincia, que fue ocupada por las fuerzas pro-Moscú en el 2014.

Pero como todos aquí, María sabe que vivir en paz no será fácil sea cual sea el desenlace de la guerra. Moscú asegura que la ciudad, como el resto de la provincia, forma parte de Rusia. Lo justifica con un referéndum ilegal que se hizo en los territorios ocupados de Donetsk, Jersón, Zaporiyia y Luhanks en septiembre del 2022, siete meses después de que lanzara la invasión a gran escala. Como era de esperar en unas elecciones sin ninguna verificación y en las que los habitantes eran obligados a participar, ganó el voto que aprobaba que las cuatro provincias fueran anexionadas a Rusia.

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“¿Entregar nuestros territorios? Jamás en la vida”, sentencia Svietlana, de 73 años. Está de paseo esta mañana junto con su amiga Tatiana, de 70. Ambas son pensionistas. “Imagínense cuántos soldados, cuántos muertos, cuántas personas han tenido que abandonar lo que tienen. Y luego no recibirán nada a cambio. ¡Nadie aceptará esto!”, dice Svietlana mientras Tatiana repite: “No, no, no. ¡Imposible!”.

Nadie olvida lo que es vivir bajo la ocupación. Lo saben por lo vivido en el 2014, pero también por lo que oyen de los que han escapado. Algunos se han reubicado, según cuentan las dos mujeres, que como muchos en Kramatorsk temen que al final Estados Unidos ceda a la presión de Rusia y que, a su vez, Washington presione a Ucrania para que ceda estos territorios, aunque hasta ahora el Gobierno de Kyiv asegura que es una línea roja. Días atrás, el secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, sugería que Kyiv tendría que tomar decisiones difíciles.

También les preocupa que haya un alto el fuego sin garantías que lleve a un congelamiento de la guerra. “Eso significa que puede volver a ocurrir en cualquier momento”, dice Tatiana refiriéndose a una nueva invasión. “Nuestros hijos se fueron, también nuestros nietos. Los estamos esperando de vuelta, pero ¿qué pasa si nunca regresan?”, dice. Cuenta que ellos emigraron a EE.UU. y temen que no les renueven los permisos de residencia, que posiblemente pronto les pedirán que se vayan. “¿Adónde regresarán? ¿Aquí? ¿Y qué harán aquí? No hay donde estudiar ¿Se irán a Kyiv? Bueno, sí, entiendo que a Kyiv, pero, ¿y si vuelven a atacar?”.

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Ukrainian soldiers carry the coffin of U.S. Marine Corps veteran Ethan Hertweck, 21, who lost his life in defending Ukraine against the Russian troops, during funeral ceremony in Independent Square in central Kyiv, Ukraine, Friday, Feb. 28, 2025. (AP Photo/Efrem Lukatsky)

Liza, de 23 años, es de las pocas jóvenes locales que se ven en la calle. Se fue al comienzo de la invasión a seguir con sus estudios, pero regresó para cuidar de su abuela. Ahora trabaja en un portal que vende cosas online. “Con vecinos así –por Rusia– nunca se sabe qué puede pasar”, explica la chica, que camina por el parque central de la ciudad, donde los ataques, la destrucción y las alarmas de alerta parecen pertenecer a un mundo lejano. “Ellos creen que este es su territorio, eso da mucho miedo”, afirma. Y continúa: “Me gustaría creer que habrá paz, pero dudo mucho de que sea para siempre porque pueden volver en 10 o 20 años… Cuando vives aquí, nunca puedes estar segura de que la vida será estable y normal”.

Recuerda que después de que hubiera un alto el fuego  durante la guerra del Donbass, Kramatorsk comenzó a desarrollarse, especialmente a partir del 2018. Se abrieron negocios, volvió mucha gente y muchos olvidaron que había un “conflicto en espera”. “Pero esas mismas personas se fueron en el 2022 y creo que es muy difícil que vuelvan si hay un alto el fuego. No importa que haya garantía”, dice. Pone de ejemplo a sus amigos, todos se fueron. “Dudo que regresen. Saben que será muy difícil vivir aquí”, sentencia.

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